En el contexto de este ciclo de conferencias titulado ESPIRITUALIDAD Y VALLDEMOSSA me han concedido la oportunidad y el honor de hablar de Madre Alberta. Muchas gracias a los organizadores.
No soy historiadora de profesión y, por lo tanto, mis palabras no serán el resultado de una profunda investigación en las fuentes como lo son las de D. José Mª Sevilla Marcos y D. Felio José Bauzá Martorell. Mis palabras son solamente el eco de los biógrafos de Madre Alberta: Los presbíteros Antonio Sancho, José Mª Javierre y Bruno Morey y el P. dominico Alfredo Turrado y, básicamente, el esmerado trabajo de la religiosa de la Pureza, Margarita Juan. Cuando yo era estudiante de Ciencias Religiosas en Roma, la H. Margarita Juan iba y venía de Roma a Palma y de Palma a Roma para traer y llevar cuanto encontraba sobre esta gran mujer que fue Alberta Giménez, desde el centro neurálgico de la Congregación de Religiosas Pureza de María hasta el centro neurálgico de la Iglesia Católica. Después de ella, muchas otras hermanas han escrito sobre Alberta Giménez, abordando su inagotable figura desde diferentes perspectivas: quiero nombrar a Begoña Peciña, Begoña Portilla, Begoña Fornes, Julia Violero. Todas las superioras generales y, en general, las hermanas, hemos profundizado en su figura y desde la Congregación y el CESAG se han encargado estudios a D. Lorenzo Alzina, el Dr. Font, Mª Luisa Canut, Pere Fullana, Joan Matas…
Al igual que a los otros dos conferenciantes de este ciclo de conferencias y, salvando todas las distancias que la humildad de Alberta Giménez establecería en este momento, me corresponde abordar a un personaje inagotable. Muchas cosas han quedado y quedarán en el tintero sobre el Beato Ramón Llull y sobre Sor Aina María del Santísimo Sacramento. Dejaré también en el tintero muchas cosas sobre Alberta Giménez y hoy hablaremos de ella aprendiendo de su estancia en Valldemossa.
Pero lo que quede en el tintero lo dejamos para otra ocasión porque merece ser convertido en mensaje, en enseñanza, en testimonio.
Para quienes menos conocen a Alberta Giménez, y para que todos podamos situarnos, hago una breve reseña de su vida.
1.-En primer lugar, hablemos de Alberta Giménez, niña, adolescente, enamorada, esposa, madre, viuda…
Su vida comenzó un 6 de agosto de 1837, pero nació para el cielo el 7 de agosto del mismo año, al ser bautizada en Pollença. De hecho, ella misma considerará el día de su bautismo como su verdadero nacimiento. Dos años más tarde nace su hermano Saturnino. Sus padres la educaron en la fe y le abrieron un camino al cual pocas mujeres de su época tenían acceso: la cultura. La familia Giménez Adrover no tuvo la estabilidad de una familia común porque el padre era militar y su oficio de Teniente de Carabineros le obligó a realizar frecuentes cambios de residencia: sus padres se casaron en Felanitx, pero ella ya nació en Pollença, después fueron a Palma, a Ciudadela, a Barcelona… de modo que, Alberta, de pequeña, irá poco a poco madurando en el trajín de una infancia movida, lo que sin duda influyó en su desarrollo y en la apertura de su mente.
Cuando Alberta tenía 13 años, su padre le buscó un profesor particular, apto y muy capacitado, que mostraba claras dotes de inteligencia y dinamismo, Francisco Civera. Él tenía 22 años. Entre ellos comienza una bella amistad. El joven maestro le ayuda a completar su preparación, iniciada ya en Barcelona, con el fin de obtener el título de Maestra elemental de Primera enseñanza, y al cabo de un año, con tan sólo 14 años, obtiene dicho título con la calificación de sobresaliente.
El paso del tiempo y la común vocación a la educación hicieron que aquella amistad terminara en noviazgo y en 1859 Francisco Civera pide la mano de la joven Alberta Giménez que tiene ya 22 años. Alberta, reflexiva y prudente, tiene que pensarlo aunque en su corazón ya intuye la respuesta y hace su primer gran discernimiento. Para deshojar la margarita, si sí o si no, peregrina a la ermita de San Salvador en Felanitx. La pareja Civera-Giménez contrae matrimonio el 7 de abril de 1860 en la Iglesia de San Nicolás de Palma…
Alberta y Francisco se forman, estudian y van alimentando el deseo de ofrecer una buena educación humana y cristiana. Alberta cultiva la literatura, escribe prosa y poesía; Francisco amplía sus conocimientos de matemáticas y se dedica a la elaboración de un texto elemental de aritmética. Pronto Dios bendice el hogar de los Civera-Giménez con el primer hijo: Bernardo Hemeterio que nacerá un 3 de marzo de 1861 pero a los 17 meses enferma de fiebres gástricas y muere el 21 de agosto de 1862, cuando Alberta estaba esperando a una niña, Catalina Thomás que nacerá el 8 de enero de 1863. Doña Alberta se dedica en cuerpo y alma al cuidado de esta niña que tanto consuelo y alegría proporcionó después de la muerte de Bernardo Hemeterio.
Los veranos iban a pasar sus vacaciones a Felanitx, pueblo natal de Doña Apolonia, donde encontraban un descanso reparador lejos de las responsabilidades escolares. Y fue allí donde les sorprendió la epidemia del cólera que hizo estragos en dicha población. Era el verano de 1965. Los enfermos comenzaban a sucederse y Doña Alberta empeñaba todas sus fuerzas en aliviar dolores y desdramatizar la situación hasta tal punto que la gente se acostumbró a decir en medio del desaliento: “Vayamos a Doña Alberta, que nos animará”. Finalmente fue ella misma la que cayó enferma con pronóstico grave. Pero la situación llegó a su extremo más doloroso cuando su hija, Catalina Thomás, sufrió el contagio, enfermando de gravedad y muriendo a los pocos días, el 16 de octubre de 1865. El sufrimiento de Alberta es cada vez más hondo, pero sus profundas convicciones religiosas hacen que siga aceptando la voluntad de Dios en estas circunstancias.
Ya recuperada, regresan a Palma, abrieron los colegios, reorganizaron actividades. Alberta Giménez es una mujer resiliente, con una gran capacidad de recuperación y de convertir las dificultades en oportunidades.
A fines de abril de 1866 nació el tercer hijo, al que, en recuerdo del primero muerto tan prematuramente, llamaron Bernardo. Y la primavera siguiente, el 20 de marzo de 1867 nació el cuarto y último hijo de los Civera-Giménez, el único llamado a sobrevivir: Alberto. Fueron estos dos años tranquilos en la vida de Dña Alberta, pero en 1868 enferma Bernardo y ella, sin querer, ya espera lo peor; no se equivocó: el 19 de julio de 1868 fallece. Alberta no entendía los caminos por los que el Señor les estaba llevando, pero volcó todas las energías que le quedaban en su esposo y en el menor de sus hijos, el único que le quedaba ya.
Las pérdidas sufridas no lograron quebrantar el temple del matrimonio, pero en el curso 68-69 Francisco comienza a sentirse agotado. Las clases se reanudaron pero las fuerzas fallaban. La fiebre y los dolores de cabeza comenzaron a ser frecuentes. Alberta, aunque intenta no pensar, afronta la situación con realismo y decide presentarse a oposiciones para prever su estabilidad económica. Se examinó y obtuvo el número uno. Tras una serie de vicisitudes le concedieron una plaza en Sóller, a la que ella renunció para quedarse al cuidado del marido enfermo. Cuentan que no se separó de él ni un momento. Quiso rodear de cariño los últimos días de su amado esposo. Las cosas fueron empeorando hasta que el 17 de junio de 1869 Francisco muere a los 41 años de edad. Con gran fortaleza y mucha fe, arregla el cadáver de su esposo. Cuenta apenas con 32 años y ya ha visto morir a tres de sus hijos y al hombre con quien compartió 9 años de matrimonio…
Y ahora, se interrumpe el relato de la vida de Alberta Giménez, para dar paso a otra historia, la historia de la institución Pureza de María. Un trocito del video Can Clapers, permitirá que nos situemos.
2.- La Pureza.
3.-Alberta Giménez relanza La Pureza.
En 1870, … bajo el pontificado de Pio IX, la Iglesia pierde los Estados Pontificios. ¡Gracias a Dios!, decimos ahora. Pero entonces se vivió como un fuerte revés por lo que suponía de pérdida absoluta de poder temporal, aunque revirtiera, a la larga, en aumento de autoridad moral. Es decir, el revés acabó poniendo las cosas del derecho.
En España se está viviendo el exilio de Isabel II, que ha supuesto la demolición de iglesias, el asalto a conventos, el encarcelamiento de obispos, la muerte de curas y frailes, la apropiación de bienes de la Iglesia y la disolución de comunidades.
Parece que las cosas no pintan demasiado bien para la Iglesia, ni para la vida religiosa en ninguna de sus formas en España. En 1870 se tomará la decisión de instaurar una monarquía democrática en la persona de Amadeo I de Saboya. La situación política es completamente incierta.
Nada invita a la aventura.
Estas circunstancias nacionales y eclesiales… … no proporcionaban el mejor contexto para la propuesta del Sr. Alcalde, Dn. Rafael Manera y el Canónigo de la Catedral, Dn. Tomás Rullán, emisario del Obispo Salvá.
23 de abril de 1870:
Ese día, esa mujer lleva encima la joya de cinco duelos: tres hijos, un marido -¡qué marido!-. Y el quinto: su hogar de la C/ San Jaime de Palma, sus padres mayores, el hijo que le queda, las dos escuelas de la C/ de la Misión, el Colegio Civera y el Colegio Femenino, que se han cerrado… También eso, todo junto, debía ser digerido como un duelo…
Tiene 33 años y hace nueve meses que ha enviudado, después de nueve años de feliz matrimonio. Todo un proceso de gestación, con unos números que también parecen mágicos…
Al cabo de dos años, 1872:
La luz ha entrado con tanta fuerza en Can Clapers, y el escudo brilla de tal modo, que en 1872, a petición de la Diputación, se solicita a Alberta Giménez la instalación de la primera Escuela Normal Femenina de Baleares en el recinto del Real Colegio de la Pureza y que ella sea la Rectora.
4.-Alberta Giménez en Valldemossa.
Al hacerse cargo del Real Colegio, entre los problemas que había, estaba el de la casa de Valldemossa. La casa había sido adquirida el 12 de diciembre de 1831 y se le añadió otra en febrero de 1832. Amueblada y reparada con ayuda del vecindario, se inaugura el 24 de agosto de 1837. Desde entonces, acudían a pasar los veranos las hermanas y alumnas del Colegio de Palma. Cuando a Alberta Giménez se le confían las riendas del Colegio de la Pureza, en Valldemossa está Margarita Ana Fiol, que vive en ella, habiéndosela apropiado indebidamente. Desde el primer verano, Alberta, las maestras y las colegialas, acuden a Valldemossa, como hacían en tiempos de María Ferrer, para el descanso y las vacaciones. Los veranos de 1873 y 1874 son especialmente fructíferos.
El valor espiritual de la casa de Valldemossa, en el sentir de Madre Alberta, se compendia en tres frases: Valldemossa es remanso de paz, Valldemossa es oración, Valldemossa es vida en familia. La casa de Valldemossa, así vista por Alberta Giménez, ofrece el marco adecuado para concretar el proyecto que desde hace tiempo acaricia en su corazón. Es un proyecto muy importante, más que la restauración del Colegio y más que la escuela Normal de Maestras, que ya es decir. Nada más y nada menos que fundar una congregación Religiosa.
Desde 1880 hasta 1953 funcionó como escuela y era conocida como Ca Ses Colegiales.
Dejemos que la M. Pizá nos cuente lo que hacían en verano.
Tras la desamortización y la marcha forzosa de los cartujos, los ermitaños, que habían aprendido de los cartujos y colaborado con ellos en la ornamentación de la Cartuja, realizaban trabajos de carpintería para iglesias y conventos. Según información verbal de los actuales ermitaños, el director era José del Patrocinio de San José, fallecido en 1905. En la ejecución del retablo de la Pureza tuvo un protagonismo importante el ermitaño Elías, al que Madre Alberta dedica una poesía.
Se trata de un retablo de estilo neogótico, muy propio de finales del siglo XIX-principios del XX.
La imagen de la Virgen es una talla de madera firmada por el escultor J. Castells. A diferencia del resto del retablo, no ha sufrido a lo largo de su historia grandes intervenciones que hayan modificado su aspecto. Se ha llevado a cabo la limpieza y barnizado de la imagen y la corona, recuperándose la viveza de los colores y pequeños detalles, como el encaje en el escote de la Virgen, presente en otras imágenes de la época.
Por el contrario, el Sagrario ha sufrido por lo menos dos intervenciones sobre el diseño original, plenamente acorde con el conjunto del retablo. Tras la sucesiva eliminación de las dos capas de pintura se ha llegado al diseño primitivo y que, al verlo, algunas hermanas han reconocido como el que de niñas o jóvenes habían contemplado.
Madre Alberta soñó el futuro de la Congregación de Religiosas Pureza de María junto a Jesús y a la Virgen en sus estancias de descanso y reflexión en Valldemossa. Hoy, Jesús y María siguen hablando a quienes oran en este ambiente parecido al que rodeó a Alberta Giménez y siguen impulsando la obra a la que ella dio vida.
5.-Espiritualidad y Valldemossa.
¿Tiene sentido el título de este ciclo de conferencias? ¿Ha habido espiritualidad en Valldemossa? ¿Ha habido espiritualidad cristiana en Valldemossa? Si por espiritualidad entendemos dejar habitar al Espíritu Santo en nosotros y dejar que el Espíritu Santo moldee nuestro corazón para hacerlo semejante al de Cristo, que hablen los muros de la Cartuja y nos digan si allí se fueron formando corazones que amaban como el Corazón de Cristo y que palpitaban con los mismos sentimientos del Corazón de Cristo. Que hable la Beata, Santa Catalina Thomás y nos diga cómo tomó posesión de ella el Espíritu Santo. Que hable Juan de la Concepción Mir y los muros de la ermita de la Santísima Trinidad se hagan eco de la obra de santidad escondida que allí ha escrito el Espíritu Santo. Que hablen el Beato Ramón LLull, Sor Aina María del Santísimo Sacramento, San Vicente Ferrer. Y también que hable Madre Alberta y los muros de esta casa se hagan eco de tanta obra del Espíritu Santo que ha tenido y tiene lugar bajo el cielo azul y las noches estrelladas de este rincón de la Serra de Tramuntana, patrimonio de la Humanidad y fuente de profunda espiritualidad. A Valldemossa vienen niños de Mallorca y de toda España a conocer los orígenes de su Colegio. A Valldemossa vienen jóvenes en busca de sentido para sus vidas. A Valldemossa vienen adultos a recuperarse de los golpes de la vida, a encontrar caminos perdidos, a tomar decisiones importantes, a encontrarse consigo mismos y con Dios. Sí, espiritualidad y Valldemossa es un buen título para este ciclo de conferencias. Espiritualidad y Valldemossa hacen una buena pareja que conjuga verbos en pasado, en presente y con un buen futuro por delante.